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Bioinsumos “Made in Atacama”, la necesidad de innovar en inocuidad y sustentabilidad desde el territorio

Dr Rómulo OsesDr. Rómulo Oses Pedraza, Coordinador de Investigación Microbiología Ambiental y Aplicaciones Biotecnológicas en Agroecosistemas, CRIDESAT, Universidad de Atacama.

Dr Rómulo OsesDr. Rómulo Oses Pedraza, Coordinador de Investigación Microbiología Ambiental y Aplicaciones Biotecnológicas en Agroecosistemas, CRIDESAT, Universidad de Atacama.

En los próximos años, la agricultura enfrentará grandes desafíos para cubrir el progresivo aumento en la demanda por alimentos. Cada día hay más presiones por cambiar o desacelerar el impacto de la agricultura intensiva sobre el medio ambiente, ya sea mejorando la gestión del agua o reduciendo el uso de agroquímicos. De este modo, ante la exigencia de producir alimentos inocuos y proteger el medio ambiente, la agricultura y la investigación, se está visualizando en el empleo de “bioinsumos”, tendencia que apunta a una producción sustentable.

El término “bioinsumos” se relaciona a productos (biofertilizantes, biopesticidas, biofungicidas) elaborados a partir de organismos benéficos, tales como bacterias, hongos, nemátodos, virus e insectos, entre otros; o bien, a extractos naturales, obtenidos de plantas o microorganismos, que pueden ser utilizados en la producción agrícola para controlar plagas o promover el desarrollo de las plantas. No dejan residuos tóxicos en el ambiente y su utilización no implica riesgos para salud de los agricultores y de los consumidores.

Según estimaciones y proyecciones internacionales, el mercado global de bioinsumos crecerá de 3 billones de dólares, en 2018, a 6,4 billones de dólares hacia el 2023. El aumento de su popularidad es atribuida a su naturaleza amigable con el medio ambiente. En los últimos años, la investigación e innovación han aumentado la disponibilidad de bioinsumos como alternativas a los pesticidas químicos, tanto para la agricultura orgánica como en sistemas de manejo integrado de plagas.

Introducir estos productos, tanto en las semillas, en el suelo o en los sistemas de riego, ya sea en cultivos de leguminosas, gramíneas, hortalizas o frutales, depende de los distintos factores: el tipo de suelo, la temperatura, las características climáticas de la zona, la cantidad de luz, la interacción con otros productos biológicos y agroquímicos, entre otros; aspectos cuyo manejo requiere un proceso de capacitación y acompañamiento por parte de instituciones de gobierno y empresas dedicadas a fabricar estos productos, a fin de ayudar a entender su uso y a adaptarlos a la realidad territorial, para lograr mayores beneficios. Claramente existe una brecha por cubrir.

Como investigador del CRIDESAT-UDA, he participado en varios proyectos, nacionales e internacionales, de desarrollo e investigación de bioinsumos, con impacto agroforestal, y en prospecciones de biodiversidad microbiana en la Antártica, el Desierto de Atacama y la Cordillera de Los Andes. Puedo decir que la Región de Atacama y su biodiversidad única tienen un enorme potencial como “laboratorio natural”, una zona donde poder estudiar, desarrollar y escalar estas soluciones biotecnológicas, que se están volviendo un foco mundial de exploración.

Es clave activarse y poner en valor nuestros recursos biológicos y, desde ahí, conservar la biodiversidad. Pero, ¿Lo hacemos desde nuestro territorio o lo harán otros? ¿Es posible pensar en “Bioinsumos made in Atacama”? En mi opinión, claro que es posible; ojalá por medio de un programa de rescate y conservación de nuestros recursos biológicos, una alianza público-privada-academica, dirigida a incubar y promover estudios, emprendimientos (vinculados a las necesidades) y nuevos desarrollos, protegiendo en forma proactiva la biodiversidad de la Región de Atacama.

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